¿Cuál es la clave para que una organización sobreviva con éxito ante las transformaciones que provoca en su entorno el paso del tiempo? Esta pregunta, presente en manuales, ensayos y artículos para el consumo de teóricos del mundo económico y empresarial desde hace décadas, está de máxima actualidad en 2019, cuando nos encontramos en los primeros estadios de la que se ha denominado “Cuarta Revolución Industrial”, marcada por el impulso de grandes avances en el entorno laboral como la inteligencia artificial, la robótica y la tecnología digital, entre otros.

En 1964, en plena era del desarrollo de la computación -otro cambio de paradigma, considerado en este caso como la Tercera Revolución Industrial-, un artículo titulado Organizational Learning: Observations Towards a Theory, sirvió para alumbrar una novedosa respuesta a la sempiterna cuestión: el secreto para que una compañía mantenga su ventaja competitiva a lo largo del tiempo es el “aprendizaje organizacional”. Sus autores, Vincent E. Cangelosi y William R. Dill -herederos de la tradición investigadora de Frederick Taylor, Max Weber, Elton Mayo y el Instituto Tavistock, entre otros-, utilizaron esta expresión para referirse al proceso de creación, retención, transferencia y utilización del conocimiento en el seno de una organización.

A Cangelosi y Dill les siguieron otros teóricos del aprendizaje organizacional. Sin embargo, la gran revolución en torno al concepto llegó en 1990 de la mano de un ingeniero de Silicon Valley, Peter Senge, con su obra La Quinta Disciplina, considerada como el primer libro de management del siglo XXI. En él, el autor traduce al ámbito económico y organizacional la Teoría General de Sistemas, la cual podría resumirse de forma simplificada del siguiente modo: todo está interconectado entre sí y lo que ocurra en una de las partes influye en la totalidad. Senge rompía así con el enfoque tradicional, según el cual cada empresa era entendida como un fenómeno parcelado e independiente.

De acuerdo con el autor de La Quinta Disciplina, para el éxito de una organización “es vital que ésta funcione colectivamente” como un sistema complejo adaptativo que aprende y que depende de las interacciones y el desarrollo de las personas que la integran. Y cuando Senge habla de “aprender” no se refiere a absorber o a copiar información, sino a “percibir las cosas”.

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